Mire
Vd. que le tiene que gustar a uno esto, para empezar por levantarse
tan temprano un día festivo, en lugar de quedarse en
la cama. Y es que los hay “masocas”, vamos, porque
a la hora de la cita ya había algunos que llevaban
allí media hora esperando, antes de que llegara el
bus.
Hubo
que someter a torturilla china al conductor para que nos permitiera
dejar las fundas de los esquís en el autobús
durante el fin de semana, pero como éramos superiores
en número, el buen hombre se lo pensó mejor
y aceptó “de buen grado”.
Cómo
estaría la cosa, que al llegar a Trevélez hubo
estampida; unos se atrincheraron en el horno, donde la atónita
panadera no daba abasto a vender “cjuasanes alpujajjeños”
y pan de higo. Otros, se ve que los mas veteranos, se acodaban
en el bar de la plaza esperando un bocadillo de jamón
de esos que para “endiñarle” un bocado
hay que hacerse un esguince de mandíbula.
¡Bueno,
vamos! Apremiaba la buena de Macu al personal, para que nos
fuéramos poniendo en marcha; pues había contratado
un todoterreno que llevaría los esquís y botas
hasta el límite de la nieve. Alguno intentó
camuflar su mochila entre el cargamento de esquís,
para ir mas ligerillo, pero no coló. La que sí
tuvo que hacer un esfuerzo para separarse entre lágrimas
de sus camaradas fue Mariangeles Peñalver, que se vió
obligada a irse en el coche para indicar el camino al buen
hombre que inexplicablemente, a pesar de haber echado los
dientes en Trevélez, decía ella que necesitaba
de guía espiritual.
Un
grupillo de intrépidos, no contentos con lo que nos
esperaba al resto de los mortales, decidió echar por
la “trocha”. Voy a dar sus nombres por si alguien
desea llamarlos al orden: Lorenzo Arribas, José Ramón
Carmona, Alicia Álvarez, Óscar Muñoz,
Esperanza Jiménez, Paco “Córcovo”
y José Ángel Nieto. El caso es que estos “escaqueados”,
se lo hicieron por una ruta alternativa: Trevélez-La
Campiñuela-Siete Lagunas-Alcazaba-bajada por la cara
oeste a la Mosca-collado del Ciervo-bajada por el valle del
río Mulhacén al refugio del Poqueira; total
un paseillo primaveral, todo mucho mas llano; ¡donde
va a parar!.
Mientras,
nosotros, un tanto envidiosillos, y para no ser menos, empezamos
por dar un rodeo en la subida y fuimos a salir mas arriba
de donde nos esperaba el todoterreno. Qué cargo de
conciencia no tendría Mariángeles que nos había
descargado mochilas y esquís tan primorosamente que
aquello parecía un escaparate del Corteinglés.
El
asunto es que la nieve no estaba tan cerca como habíamos
previsto, así que hubo que echarse a lomos la equipación
completa; había un cierto cachondeo con que el que
suscribe porque iba tan arriñonado, que se parecía
a la “Mula Colorá”, una señora a
la que no tenía el gusto de conocer. Coñas aparte,
al que vimos hacer un esfuerzo especial, fue Pacoluí,
que no pudo superar la tentación de acudir a pesar
de tener su espalda fastidiada. Siempre heróico.
Macu
se había subido a la báscula de su baño
con mochila y todo, y creo recordar que el sobrepeso era de
unos 18 kilos.
Por
fin llegamos al primer nevero y nos calzamos entusiastas las
botas y esquís. Pepe Molina y Elena Gómez, prefirieron
las raquetas que son mucho mas “chic”, aunque
no eran de paddle, ahora que andan de oferta por estrepitosa
caída de la demanda.
En
la cabeza de la expedición, lucían musculosas
las pantorrillas de Antonio Camy (asegura ser tataranieto
de los cienmil hijos de San Luis), que presumido él,
había deslizado las cremalleras laterales de su pantalón
como el que no quiere la cosa para deslumbrar al personal.
Lo que pasa es que su asesor de imagen no cuidó los
horrorosos calcetines, que le conjuntaban fatal. Le seguía
sin perder paso, Jose Peña, y luego Paco Guerrero,
que haciendo honor a su nombre tiraba para arriba arrastrando
de una pesada mochila, que tenía un aspecto tan peculiar,
que mas pareciera que iba a montar el top-manta en lo alto
del Mulhacén, porque le sobresalían cosas de
lo mas curiosas por todos los bolsillos.
Llegados
al Chorrillo el resto del grupo, Pacoluis se arrimó
al grupo y creemos que se hizo el lesionado para no tener
que abrir la mochila y echarse al coleto un refrigerio que
le ofrecían los generosos los camaradas. Eduardo Galdo
fue severamente amonestado por no cumplir con su hábito
de acarrear con una botellita de buen Rioja para estas ocasiones.
La
bajada hasta el refugio del Poqueira, fue un placer para las
piernas, retiradas las pieles, y sintiendo por primera vez
en el rostro la brisa agradable destilando aromas de tomillo
que aún suben valle arriba. Vaya cursilada.
Para
aromas, los del Camy que, ni llegando el primero; ni siendo
acosado por las insinuaciones de los demás que se señalaban
tímidamente la nariz para ver si cogía la indirecta,
conseguían que el “Alcalino” se duchara.
Argumentaba no sabemos qué sobre su religión.
Al final sucumbió a la presión popular, mientras
Carlos Orellana se duchó con agua fría, mas
bien helada, pues aseguraba que le venía mejor para
enjabonarse la melena. Algún otro jabato siguió
su ejemplo. Masajes, cena tempranera y vinillo del terreno,
remataron la dura jornada con todos haciendo una “litera
redonda” en plena orgía de ronquidos.
Allá
sobre las 8, se inició el ascenso por el río
Mulhacén. Un pelín de fresquete, que se disipó
en cuanto aparecieron los primeros rayos de sol. En poco tiempo
el grupo se había desparramado por la ladera. En buena
parte de la subida hubo nieve, salvo algunas calvas donde
hubo que echarse los esquís al hombro. Para cuando
nos dimos cuenta, ya estábamos en lo alto del Mulhacén.
Además de los ya nombrados, en el grupo también
estaban las dos Alicias (Alvarez y Pérez); sus “chicos”
Óscar Muñoz y Alfonso Benítez; Paco Pérez
que se entrena para ir a Pirineos y también Kike Ávila
con sus comentados ojos oceánicos. Pedro Becerra y
Luís Barrionuevo demostraron que en Málaga también
nieva todo el año.
Las
Quesadas, Mª Ángeles y Pilar, con Ramón
Otero a su verita. Emilio Fernandez (padre) y Patricia Fernández
(hija). David Román y Jose Ángel Nieto, dos
embajadores del Treparriscos. Y el sevillano Manolo Perdigones.
Curro Huete también estaba entre los avanzados en la
cumbre. Macu Fernández, siempre atenta, se esperó
con Esperanza para asistir a Carlos.
Y
cuando, por aquello de “abucharar” al personal,
llegaron como si nada los que se habían adelantado
para hacer la Norte del Mulhacén, o sea: Ana Vílchez,
Jose R. Carmona (éste se apunta a todas), y Lorenzo
Arribas (...!y tan arribas¡). Fue entonces cuando con
paso atlético arribó a la cima, recortada en
el horizonte su noble estampa algo cascada por un inoportuno
resfriado, nuestro ilustre presidente Garardo Benavides.
Hubo
un divertido momento cuando apareció todo disciplinado
un grupo de “guiris” en fila india y a paso marcial.
Los capitaneaba un guía de Motril al que llaman “Primi”.
Pero cuando a uno de los nórdicos dijo de escapársele
un esquí ladera abajo, el susodicho motrieño
le echó un rapapolvos, que un pariente suyo desde la
costa, lo oyó y le devolvió el cumplido.
Unos
cuantos (siete creo, no daré nombres), iniciaron el
descenso asegurando que, como estaban sobrados de fuerzas,
iban a aprovechar para subir a la Alcazaba en el tiempo que
los lentorros del resto bajábamos del Mulhacén.
Luego se supo que era una burda treta para llegar antes a
donde el jamón, porque no subieron ni a la Alzababa,
ni ná de ná.
Lo
que no se puede negar es la calidad de la nieve en el descenso
a 7 Lagunas, es que era buenísima; donde se pudieron
lucir a placer los y las mejores esquiadores(as). Era extraordinaria,
pero qué poco duraba la puñetera nieve. Enseguida
había que ir remando para apurar hasta el último
metro o saltando calvas.
Y
allí a lo lejos, se vislumbraba
ella; sí, ¡era ella!. Por fin iba a conocer a
la famosísima Mula Colorá, que acababa de traer
hasta la Campiñuela, una arroba de vino, dos quesos
de los de verdad, y un jamón, que desapareció
en un visto y no visto bajo la certera y afilada espada de
Hita, que había subido desde Trevelez. Con el cachondeo
de que a Pepe, se le habían olvidado los vasos, no
había otra forma de beber que las que iban surgiendo
de la improvisación, y que no es otra que la que lleva
a beber sin calcular la medida. Y qué ocurre, pues
que la cosa se vá animando. Que si cantos regionales,
que si exaltación de la amistad, etc etc. Y ya se sabe,
que la inspiración llega, y surgió un conjunto
músico-vocal, con Macu como solista y Mariangeles como
directora, y que acaban de firmar un contrato con una gran
discográfica multinacional.
E.G.
Marzo 2004.