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| ALBERGUES-HORNILLO-BARRANCO
DE SAN JUAN ( 26 / 10 / 2003 ) |
Llegamos a los Albergues a las 10 de la mañana. Al salir del “Bonal” la nieve nos comenzó a dar en la cara. Rápidamente nos “calzamos” las mochilas y comenzamos a subir hasta los Peñones de S. Francisco. El día prometía ser invernal.
Metidos entre las nubes y con escasa visibilidad, comenzamos a descender hacia los Campos de Otero, donde se ubica el Albergue de S. Francisco. La bajada fue relativamente rápida y aquí ya no teníamos nieve.
Desde el refugio-albergue y después de una preceptiva visita al interior, nos dirigimos por una senda bien marcada que nos va a llevar hasta Piedra resbaladiza en el cauce del Bco. S. Juan.
Hasta el Puntal de las Cazoletas llegamos tras una ligera ascensión y con el día un poco más entonado (no llueve).
Desde este punto y descendiendo suavemente por una senda en dirección hacia el Guarnón, llegamos a un lugar donde nos aparece el Cortijo del Hornillo a nuestros pies. Nos dirigimos en una fuerte bajada y por un sendero muy mal marcado hasta las inmediaciones del mismo. Ha comenzado a llover de nuevo.
Desde el cortijo buscamos la senda que nos llevará hasta una antigua acequia de careo la que vamos a recorrer hasta el mismo Bco. del Guarnón. Esta acequia hay que pasarla con cuidado pues tiene algunos “pasos” delicados y que están equipados con cables de acero. La caída puede ser peligrosa.
Al llegar al Guarnón deja de llover, circunstancia que aprovechamos para comer un merecido bocata.Algunos llevaban hasta su bota de vino, lo cual sentó de maravilla a pesar de que en la vuelta hubo algún que otro “resbalón”.
Por “sendas” de cabras llegamos hasta la Vereda de la Estrella en las inmediaciones de las antiguas minas y donde han puesto un cartel de las rutas agropecuarias del Purche (¿).
Desde este punto y hasta llegar a Maitena casi 3 horas más tarde todo fue caminar, charlar y mojarnos a pesar de los “goroteses”, con la pertinaz lluvia que no cesó.
En Maitena estuvimos una hora esperando el Bus que teníamos contratado para las siete de la tarde (el Sr. Campos se olvidó de nosotros) .
