Cerrada de La Magdalena
Por María Ordóñez Cobacho 25 de Octubre de 2014
Nos levantamos muy temprano. Yo fui con las ganas de que al final nos íbamos a tomar unas chuletillas pero no se me había por la cabeza que me tuvieran que despertar a las 6 de la mañana y que acabaríamos a las 11 de la noche.
Empezamos a andar para arriba, más para arriba y arriba, con un perro que se llama Bruno, que con las piedras que salían rodando cuesta abajo tenía una pelea con ellas...vamos que al final el perro acababa con una piedra más grande que él y no entendíamos como no se le desencajó la mandíbula.
También de sitio en sitio que parábamos yo decía "tengo hambre", y me daban quicos, pan, incluso galletas oreo.
Al principio era....llegamos a ese "collao" y comemos......pero llegábamos a un collao, .....y a otro....y a otro....y no comíamos!!!.
Nuestra guía era una geóloga de las que estudian las piedras, y nos decía: esta piedra es nosequé porque es asín y asao...
Había también una doctora que se llama Elena, una alemana que se llama Anja, mi padre, mi madre, mi hermana Elena, César, Antonia, Ana la "volaora", el perro Bruno y yo.
Paramos en el arroyo de La Magdalena, pero no comimos y seguimos andando, y empezamos a perdernos y Ana tuvo que ponerse a escalar y buscó una salida, seguimos andando y.....¡¡COMIMOS!!.
Vimos un montón de buitres y un quebrantahuesos.
Comimos tomate, chocolate, queso, y un bocata de filete empanado y tomate, para finalizar Anita trajo una bota de vino dulce.
Luego, continuamos con nuestro camino para abajo...el perro tuvo otra de sus peleas con las piedras que rodaban.
Al cabo de un ratillo, llegamos a la Casa del Maestrillo, y nos sacamos muchas fotos, y también nos fijamos que este acabó con las goteras hasta los mismos, porque el tejado de la casa era de plástico, tierra, plástico, tierra, plástico, tierra, plástico, tierra....
Seguimos y a los cinco metros vimos ¡dos palos! Andamos por un camino y todo. Alguien tuvo la feliz idea de coger y tirarle a bruno un tronco más grande que él y el perro parecía que lo mataban con tantos chillidos de contento que estaba, y cuando se las apañó para coger el palo, ocupaba toda la verea, y como tenía que ir siempre el primero, empezó a adelantarnos con el palo atravesao en la verea y nos daba en las piernas hasta que nos apartábamos.
Empezamos a meternos en un río y después de andar media hora por ahí, dicen que no era por ahí, y media vuelta y....¡para arriba otra vez! Y luego para abajo hasta que llegamos a una cascadita, descansamos, y llenamos las botellas, nos dieron otra vez charla sobre piedras y nos fuimos.
Empezamos bien, un poquito para arriba, un poquito para abajo, un llano, y se nos presentan dos opciones delante, caída libre y a la derecha una cuesta que si no era de ochenta grados , era de setenta y nueve.
Otra vez para arriba que fuimos, eso parecía una cuesta interminable, y llegamos a un miniprado en el que nos reagrupamos. Le dijimos a Ana seriamente: para abajo ¿no?... y sí era para abajo. Bajamos por una rampa muy bonita que los pastores habían hecho unas paredes de piedra preciosas.
Empezó a anochecer y no habíamos llegado. Al principio todavía veíamos un poco, pero se hizo de noche y llegamos a la Cascada de La Magdalena.
Ya no veíamos nada, y el agua era muy tranquila y cristalina. El perro se tropezó y se puso a nadar. Yo no ví el agua de lo clara que estaba y me metí....y fui una hora entera con las botas, los pies y los calcetines llenitos de agua, también se me cayó la linterna al suelo una vez y al agua otra vez. Llegando al coche vimos un cartel y pensamos que era el cartel en el que empezamos a andar, y seguimos andando pensando que ya llegábamos al coche, pero era otro cartel, porque seguíamos andando y no llegábamos al coche, teníamos que girar a la izquierda....y no veíamos el coche...y es que nos habíamos confundido de cartel. Al llegar ya al camino donde estaba el coche, apagamos las linternas, porque el cielo estaba muy limpio y muy estrellado, y nos pusimos a ver las estrellas y la vía láctea.
Nos cambiamos los zapatos, pero me dejé los calcetines, con lo cual, al bar con los deportivos sin calcetines me salieron ampollas y rozaduras.
Nos comimos cuatro chuletas de cordero con papas a lo pobre, menos Elena, que se tomó dos chuletas, luego nos tomamos fantas, acuarios, coca-colas, cervezas con y sin.
Nos montamos en el coche y FIN.
CRÉDITOS:
Actores:
Elena
César
Anja
Ana la volaora
Luis Ordóñez
Antonia Cobacho
Elenita Ordóñez
Antonia
Bruno (el perrito)
Y María Ordóñez
Autora:
María Ordóñez Cobacho