Veintiún atrevidos exploradores, el pasado sábado nos aventuramos a pasear un rato por la cubierta del buque del Ginestral. Con fresquito y en animada charla subíamos el carril que nos lleva de PradoNegro al Cortijo de Perandrés. Seguimos subiendo hasta el collado del Peñón de las Cruces donde comienza el Valle de Síllar.
Junto a un campo vallado de reciente siembra de encinas de repoblación con las raíces impregnadas de semillas de trufas.
Giramos a la izquierda y nos aproximamos a los Tajos del Herradero, mirando una nube a media altura entre el Veleta y el Picón de Jérez que no presagiaba nada agradable respecto al tiempo. Con solecito y con calor subimos el pedregal que nos transporta a la cubierta del bajel ginestroso y atravesando lapiaces y dolinas llegamos al borde de los Tajos de las Hozas, cara norte del Ginestral, con vistas del Peñón de la Giganta y todo el norte de la provincia: Mencal, Jabalcón, Sierra de Baza, Sierra de Cazorla, Mágina,... aunque entre nubes amenazantes que comenzaron a subir remolinando el farallón calizo de la cara norte de Sierra Arana.
Crestea que crestea nos dirigimos en sentido suroeste buscando la Peña de la Cruz, hasta que por fin encontramos una dolina que nos protegía del viento y los disciplinados y obedientes miembros de la excursión hicieron gala de múltiples y deliciosas viandas de toda textura y sabor, vinos de botas, incluso una botella de espumoso cava...
Con el estómago lleno realizamos invocaciones, conjuros y oraciones varias para que las nubes no coparan la cumbre del puesto de mando del navío del Ginestral y nuestras rogativas y embrujos dieron sus frutos y como por ensalmo las neblinosas turbulencias desaparecieron, aunque no el frío ni el viento que hacían mella en los siempre alegres marineros que se abrigaron todo lo que pudieron.
Aún faltaba resolver la bajada del Ginestral al collado de Perandrés... El guía dudó dónde estaba el "colaero" para bajar y nuestro querido Páter ayudando en la búsqueda descubrió un "arrastraculero" pedregoso-pinchoso, por donde bajamos con la ayuda de los dioses y conjurados que antes nos fueron propicios siguieron inspirándonos, y con algún que otro pinchazo y/o culada alcanzamos la ladera que llena de matorrales y piedras varias nos llevaría a Prado Negro.
Como los elefantes cuando barritan el agua estando sedientos, la tropa comenzó la desbandada, cada uno por su lado, en competencia feroz por ver quién daba el primer trago de cerveza.
Y así llegamos a la Taberna Prado Negro donde saciamos nuestras necesidades culinarias y bebinarias ante una ardiente chimenea. Buena atención, buena comida y bebida y mejor precio. ¡Muy buen sitio para tapear!
Al regresar a los coches una ligera aguanieve nos despejó para volver a casa.
Agradecerle al perro Pancho su compañía y asesoramiento en las dudas del camino. Creemos que está becado por el Parque Natural, ya que las cuatro o cinco últimas excursiones que hemos hecho por esta zona siempre nos acompañó (también puede ser un guardia disfrazado)
Acompañamos algunas fotillos significativas.
Isabel y Miguel