Para los que nos encanta que nos asombren, todavía quedan cosas sorprendentes. Este último fin de semana he tenido el privilegio de estrenar mi primer equipo de travesía con un magnífico grupo de montañeros esquiadores (además de otras mil cosas más) formado por: Paco Luis, Antonio Morell, Paco Megía, Paloma Ordoñez, Javi, Eduardo, Elias (digo Eloy), Carlos, Oscar, Alicia, Luis, Puri,,Enrique, Guille y Paco.
Salimos bien temprano, a las 7,30h nos encontramos en el lugar habitual, paramos en la gasolinera de Huetor Santillán a las 8 h. Nos reagrupamos para ir hasta el refugio del Postero Alto donde llegamos a eso de las 10 h. Yo estaba muy nerviosa por eso de estrenar toda la equipación, hasta la mochila era endemodianamente complicada, con bolsillos ocultos, inasequibles a una situación de emergencia. Montamos todo el material y para arriba. El día magnífico: un sol perfecto de primavera, sin viento, la temperatura idónea. Subimos por la pista que llega hasta el final del cortafuegos, donde cogimos otra pista a la derecha que nos lleva al río Alhorí. Después de, no sé, quizá hora y media andando, llegó el momento de ponernos los esquí, tenía muchas ganas de probar y a la vez le temía sobre todo a ponerme esos Dynafit —que unos alaban y otros critican. Tengo que decir que el primer contacto no fue tan duro, solo se complicó posteriormente, cuando los esquís se llenaron de nieve y el piso era desigual, entonces si que me acordé de todos los que apoyaban las Fritschi. Pero bueno, la subida fue bien: comenzamos con un primer barranco encajonado que accede al nacimiento del río, sudamos la gota gorda, incluso hubo alguna pájara, pero sin baja. Lo más complicado fue la media ladera antes de coronar la cumbre, la nieve estaba muy compactada, con una capa de hielo muy prensada recubierta con otra de nieve polvo encima. Aquí creo que hubiera ido mejor con las cuchillas.
Durante la subida disfrutamos muchísimo. Creo que el grupo forma como una especie de sinergia en la que puedes captar la energía del que te precede y, así, casi sin esfuerzo avanzas hacia la cima. En las paradas, el sector más travieso, formado sobre todo por Eduardo y Eloy, como si de un acompañamiento se tratara, me sometieron a una especie de ritual iniciático metiéndose con mi equipación y mi vestimenta. Yo he pasado esta prueba con holgura, o eso creo.
Coronamos el Picón de Jeres de 3.094 m con algo de viento. Comenzamos la bajada con una primera parte de nieve cambiante, venteada... no sé, completamente diferente a la domesticada nieve de pistas a la que yo estoy habituada. Aquí fue donde yo me encontré fuera de mi medio, no era la manera fácil de deslizarte, sino un medio desconocido, inseguro. Progresivamente la nieve cada vez más suelta y, para mí, intratable. Pero parece que esta nieve se puede domar: Oscar bajaba como flotando por encima de la nieve, Paco Luis hacia sus virajes de una forma elegante.... Todos de una forma u otra llegamos al lugar en el que Antonio Morell eligió hacer las prácticas de Arva: nos explicó su funcionamiento y nos permitió participar en una clase práctica, además de concienciarnos de la necesidad de llevar el material completo para poder atender a los compañeros en caso de necesidad.
En el viaje de vuelta hacia las cervezas Paco Luis, Eduardo, Morell y Javi hablaban del carácter único de la travesía, no hay dos días iguales, decían. Esto es fascinante porque, cuando nos fuimos, nuestra huella ya iba camino de desaparecer, y antes de tomarnos la primera cerveza, nuestra ruta ya sólo estaba en nuestra cabeza.
Las cervezas y risas fueron en el bar de la gasolinera de Huetor Santillan. Muchas gracias a todo el grupo por haberme ayudado, seguiremos el fin de semana que viene en la Alta Ruta.
Mª Dolores.. Video 0 Video 1 Video 2 Video 3
Fotos de Antonio Morell