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El pasado sábado 16 de Febrero, y después de innumerables fines de semana parados por la meteo y un intento fallido al propio Caballo semanas atrás, un grupo de mulhaceneros decidimos hacer el intento de subir a la cima con esquís.

El grupo está formado por nuestro aguerrido presidente Antonio Morell, el incombustible Paco Bedmar, Ana esquiadora innata, Jesús y un servidor.
Tras hacer los necesarios ajustes de coches en la gasolinera del Paúuuul ponemos rumbo al cortijo Echevarría donde tenemos pensado comenzar la subida. Una vez allí y hasta donde la nieve nos permitió subir, el día se presenta prometedor, con un sol que consigue que ya desde el principio se pueda empezar la actividad con poca ropa.  Con alguna que otra risa descubrimos el look “retro” que nos muestra Paco Bédmar propio de un aristócrata inglés en las playas de Brighton.

Una vez ya en faena y tras unos metros de ascensión muy agradables, el hielo comienza a hacer acto de presencia, un hielo durísimo que empieza a crearnos serias dudas. Gracias al buen hacer de Ana y al tesón mostrado por el resto del grupo, conseguimos subir hasta 2400 m aproximadamente, sorteando impresionantesplacas de hielo y buscando la escasa nieve esquiable que se escondía entre canutos y laderas algo más soleadas. Una vez usados todos los medios cuchillas, subidas en escaleras, etc, decidimos que es imposible continuar con los esquís. Tras unos momentos de incertidumbre y dudas, y sin tan siquiera abrir la boca, se llega al consenso unánime de que hay que subir como sea. La decisión está tomada, y esta vez, ni el señor Venturi, ni el Dios Eolo, ni el durísimo hielo que pisamos a cada metro nos van a echar para atrás. Nos colocamos los camprones y porteando los esquís en la mochila, ponemos rumbo a nuestra meta.

El  Caballo nos lo permite esta vez, y nos acoge en su cima con una ligera y fresca brisa, aunque agradable, y unas vistas impresionantes. Entre las preceptivas ofrendas en viandas de jamón york y pan de higo empapelado, fotos, risas y comentarios, comenzamos el descenso.

El primer tramo se hizo con crampones, pero inmediatamente Antonio Morell y Ana deciden ponerse los esquís mostrándonos el camino de lo que hay que hacer. El resto del grupo se los pone unos metros más abajo y comienza un descenso sobre un hielo durísimo que hace vibrar nuestras piernas. Despues de unos metros en estas condiciones, la montaña nos ofrece lo mejor de ella dando paso el hielo a varias palas donde la nieve estaba en inmejorables condiciones para bajar haciendo virajes como si nos deslizásemos por cualquiera de las pistas de la estación, aunque con una diferencia, estábamos solo nosotros, sin remontes ni máquinas. Los últimos metros hasta el carril se hacen muy disfrutones, y todos llevamos escrito en la cara la satisfacción de una bajada impresionante, y como no la alegría de llegar sanos que siempre es lo importante de estas cosas.

Ya en el bar, las risas, las anécdotas, las tapas y como no la hidratante cerveza que revitaliza cuerpos y espíritus. En fin una jornada inolvidable entre buena gente y disfrutando de nuestra pasión. Hasta la próxima